Fundacion RenaSer

lunes, 25 de enero de 2016

El maltrato infantil y el abuso sexual infantil, es tan antiguo como la humanidad. Es universal, y no distingue clase social. La violencia familiar vista desde las perspectivas filosóficas, psicológicas sociológica, pedagógicas y antropológicas, es uno de los problemas más frecuentes que puede ocasionar un desnivel social. Es así como, los niños han sido víctimas históricas de los abusos de los adultos. En la Biblia hay relatos famosos a este respecto, como la eliminación de los niños ordenada por Herodes; Aristóteles consideraba que, por ser propios, nada de lo que se hiciera con los niños era injusto; en Esparta se buscaba la perfección de la raza lanzando al precipicio a los niños tarados; los nazis los eliminaban con el mismo fin.

La historia del trato a los niños por parte de los adultos puede ser descrita en muchas ocasiones como un cuadro de horrores. Hasta el siglo XVIII en casi todas las sociedades encontramos una tendencia a la indiferencia y maltrato físico a los niños que resulta a veces poco creíble. Los niños no fueron tomados en cuenta pues no se les consideraba personas, sino propiedades de los padres y en algunas culturas propiedades del estado o de la comunidad.
El infanticidio fue practicado amplia y rutinariamente para esconder los frutos de la violación, y afectaba con especial frecuencia a las niñas. En algunas culturas los niños vivían durante sus dos primeros años de vida envueltos desde los hombros hasta los pies, en cintas o bandas tejidas sin poder mover sus miembros, para reducir las molestias que podían causar a los adultos o con el pretexto de que no se torcieran las piernas, y así sucesivamente.
Fueron las aportaciones pedagógicas de Rosseau y Pestalozzi quienes comenzaron a contribuir a una revolución en la educación y consideración de la infancia. Las formas de violencia empezaron a ser rechazadas, y poco a poco se fueron difundiendo entre los diversos grupos sociales, actitudes que empezaban a reconocer al niño y a la niña como sujetos independientes, y a estudiar sus necesidades y deseos, para encontrar una forma de educación que no respondiera únicamente a los deseos de los padres o de los adultos sino también a lo que se suponía eran las necesidades propias del niño o la niña.
Esta nueva forma de verlos, a pesar de que lo reconocía como persona, deseaba la formación de un niño y de una niña disciplinada, productiva y dispuesta a aprender. Todo esto está ligado a una serie de cambios en los códigos morales y en las costumbres sociales que en medio de las críticas a las formas de violencia física, también se ejercían pero se inventaban nuevas formas de violencia y otras formas más sutiles de maltrato.
Las madres y los padres del siglo XIX comienzan a hacer de la educación un medio para la represión de muchos aspectos del niño y la niña, como la sexualidad y la autonomía lo cual proyectaba los ideales puritanos de la época y una serie de temores sexuales de los adultos.
Por lo tanto, desde una perspectiva histórica no es posible decir que los niños de nuestro tiempo son maltratados más que en ninguna época anterior, lo que sucede es que el niño y la niña son ahora sujetos visibles, gracias a todos los estudios sociales, antropológicos, psicológicos, sociológicos y legales que han transformado el concepto de niñez no solamente como una etapa biológica, sino que han permitido la construcción desde la cultura, el desarrollo y desde los procesos de socialización una representación social del niño y la niña comprensiva e integral.
Al convertir a los niños en sujetos activos y partícipes de la construcción de sociedad, se visibilizan sus problemáticas son objeto de explotación laboral, traficados con fines de prostitución, abusados sexualmente, inducidos y obligados a cometer delitos, incorporados a la guerra, forzados al desplazamiento, de esta forma en nuestro tiempo existe un significado aumento en los casos reportados de maltrato, abuso sexual y violencia contra ellos. 

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